Estados Unidos se encuentra este verano en la encrucijada de convertirse en un refugio climático para aproximadamente 50 millones de personas, según advierten los organismos encargados de estudiar los efectos del cambio climático. Esta cifra representa aproximadamente el 16% de la población norteamericana y es un indicio preocupante de una tendencia creciente si no se toman medidas urgentes para abordar el problema del efecto invernadero.
Ciudades como Tucson, en Arizona, con una población de medio millón de habitantes, soportaron temperaturas de 45 grados celsius durante 18 días consecutivos. En Phoenix, la ciudad más grande del estado con 1.6 millones de habitantes, se registró un récord de 46.5 grados. Los especialistas identificaron un fenómeno conocido como "domo de calor" que abarca gran parte del sureste de Estados Unidos.
El "domo de calor" se forma cuando un anticiclón se establece en una zona durante varios días consecutivos. Esto provoca un aumento de la presión atmosférica y, a su vez, la falta de vientos y humedad, lo que contribuye a un aumento drástico de las temperaturas. En el sur de Estados Unidos, esta situación se mantuvo por un período prolongado, generando riesgos significativos para la salud de la población.
Dentro de un "domo de calor", se combinan características que representan un peligro para la salud de las personas. El centro de alta presión persiste durante varios días, se produce una sequedad extrema en la zona debido a la falta de nubes y humedad, y el calor se acumula, provocando temperaturas extremas.
La falta de cumplimiento de los compromisos del Acuerdo de París de 2015 para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero aceleró los efectos del cambio climático. Como resultado, se acuñó el término "parias ambientales" para describir a las personas afectadas y que se espera que sean cientos de millones en el futuro.
Actualmente, se estima que hay 25 millones de refugiados ambientales en el mundo, mientras que los refugiados políticos alcanzan los 12 millones. El 10% de los movimientos migratorios están influenciados por factores ambientales, según estudios presentados sobre el tema. Sin embargo, las proyecciones indican que para el año 2050, el número de refugiados ambientales podría llegar a los 200 millones, aproximadamente cuatro veces la población de Argentina.
En el suroeste de Estados Unidos, las altas temperaturas extremas generaron preocupaciones urgentes. Durante casi tres semanas, las ciudades como Tucson y Phoenix experimentaron un calor insoportable, con riesgo extremo para la vida humana. Las autoridades, incluyendo grupos de ayuda, el ejército y los gobiernos estatales y locales, proporcionaron agua y bebidas reconstituyentes para prevenir la deshidratación y los golpes de calor.
El calor extremo también plantea problemas adicionales para los diabéticos y la conservación de la insulina. Si bien Estados Unidos cuenta con una infraestructura adecuada para hacer frente a estas situaciones, surge la pregunta de cuánto tiempo se podrá mantener y qué medidas se tomarán si más personas se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a las condiciones cada vez más peligrosas.
Uno de los desafíos inmediatos que plantea este calor extremo es la infraestructura eléctrica, ya que los cables y tendidos pueden no resistir las altas temperaturas, lo que aumenta el riesgo de incendios. Además, garantizar el suministro de energía y el funcionamiento del aire acondicionado se vuelve cada vez más difícil en muchas áreas construidas en entornos desérticos con temperaturas extremas.
En definitiva, si Estados Unidos enfrenta la realidad de tener que lidiar con 50 millones de refugiados climáticos, significará la necesidad de reubicar aproximadamente el 16% de la población total del país. Esta crisis climática requiere una respuesta inmediata y acciones concretas para abordar el cambio climático y proteger a las comunidades afectadas por las crecientes temperaturas extremas.