El tema de hoy es el ausentismo en las elecciones. Pero no solamente en Córdoba. Lo vimos en San Juan, en San Luis y tocamos este tema cuando se votó en Jujuy. Hoy, el común denominador es la ausencia y a mí realmente me llama la atención. Porque estamos decepcionados, sí; vivimos con una sensación de incertidumbre, de angustia, de un futuro que el argentino nunca sabe cómo es.
Hoy, leía un trabajo a la mañana que nos pinta un poco de cuerpo entero. Nos levantamos en otras partes del mundo donde la única preocupación actual es la temperatura. Acá nos levantamos y nos preguntamos cuál es la temperatura; si funcionan los servicios; si vamos a poder llegar a destino por la cantidad de piquetes que tenemos; como el caso de Pablo, el papá de Diego, un pibe de 20 años asesinado por un celular.
Pero me llama la atención profundamente, más allá de que vivimos bajo esta locura y bajo un sistema de vida que lo vamos a tener que cambiar, que hoy tengamos una ausencia tan pronunciada a la hora de tener que ir a votar. Porque más allá de la decepción, más allá del dolor, del día a día de muchas cosas, votar significa ratificar o rectificar. Significa elegir. Significa confirmar o cambiar.
Nuestros votos modifican muchas cosas. Nuestros votos significan muchas cosas y no tenemos que perder algo que identifica a toda una sociedad y que nos pone a todos bajo una misma línea: el rico, el pobre, el bueno, el malo, el honesto, el deshonesto, el más grande, el más chico.
Por eso, cuando escucho que hubo un 60% de ausentismo en Córdoba, y un ausentismo generalizado en casi todas las elecciones del país, me llama mucho la atención. Porque más allá de este error de la Junta Electoral de Córdoba, que informó que nadie sería multado por no ir a votar, el voto es obligatorio. Y nosotros, más allá de que nos obliguen, creo que tendríamos que tener esa mechita muy encendida porque costó mucho la democracia.
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