En las últimas horas, hemos visto cosas que pretenderíamos no ver, pero lamentablemente pasan: colas diarias para retirar comida a media cuadra de la Casa Rosada. Yo no quiero cargar sobre Gabriela Cerruti porque en breve se va, ya no tendrá más esa función de vocera de la nada porque el Presidente casi no tiene tareas. Pero hace dos días se decía que en la Argentina había muchas dificultades, pero nadie pasaba hambre.
Sin embargo, hay cientos de personas que son atendidas por una ONG que se instala los martes a 50 metros de la Casa Rosada. Por si alguno no lo sabe, es el día en que la fila para comer es más larga de lo habitual porque reparten empanadas calientes.
Hay una empresa que da la comida en cajas, la donan, y esto pasó de boca en boca para toda esas personas que, gracias a la solidaridad de muchos, se acercan a puntos claves de la ciudad, como aquí, por ejemplo, frente a las vías del ferrocarril San Martín, en Palermo, sobre la calle Bullrich.
Lo digo porque se falta el respeto permanentemente, haciéndonos creer que estamos en un momento de consumo, en un momento de despilfarro, en un momento donde sobra la plata. Y en realidad es que hay un sector que ante la poca expectativa de poder comprar algo durable con esta inflación brutal que tenemos, lo consume. Pero hay mucha gente que no consume nada porque no tiene nada, y hace cola a 50 metros de la Casa Rosada para poder comer. Una imagen dura, triste, porque marca, sin lugar a dudas, el problema tan duro que tenemos de pobreza y de indigencia en la Argentina.
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